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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del martes, 12 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Dos toros (1º y 2º), de La Dehesilla y cuatro de José Luis Pereda (mansos, bajos de raza y descastados).

Diestros:

Antonio Ferrera: (silencio y silencio) .

Morenito de Aranda: (ovación y silencio).

Iván Fandiño, que confirmó alternativa : (ovación y ovación).

Entrada: Más de tres tercios de plaza.

Incidencias: Parte médico de Iván Fandiño, en el 6º: Herida por asta de toro en región dorsal de la mano derecha, pronóstico leve.

Crónicas de la prensa: ABC, El País, El Mundo.


El Mundo

Por Javier Villán. Sigue el desfile de saldos ganaderos

Me reprochan multitud de lectores -multitud para mí son más de dos- que ya está bien de meterse con los ganaderos y de pasar de puntillas por los carteles infames que nos tenemos que tragar. Con todos mis respetos a la afición, para mí no hay carteles infames; todos los toreros me parecen hijos del altísimo Dios y, además, es lo que tenemos.

¿Hay figuras, incluidas las que desertan de Las Ventas, para llenar treinta y tantas tardes? No. Qué digo yo figuras, diestros de medio pelo no dan para llenar tan desmesurada cartelera. ¿Y aficionados? ¿Hay aficionados cabales para abarrotar cada tarde Las Ventas? Pues no, tampoco los hay; pero ese excedente espúreo sostiene este tinglado apoquinando su entrada y sus abonos de oro.

Para que quepan todos y ganen unos cuantos, lo que se dice ganar y enriquecerse, hay que tirar de lo que hay. Si muchas figuras se tasan en lo que se tasan y se llevan casi todos los doblones, no puede haber carteles rematados. Ésta es una sociedad de mercado, aunque no sé por cuánto tiempo; lo malo de este mercado es que no respeta, ni ha respetado, siquiera sus propias reglas naturales.

Y así estamos, en la puta ruina universal y nacional, en la crisis mortífera que presagia una nueva era, no sabemos si para bien o para mal; ni en toros, que es lo menos grave, ni en nada. Que Dios, o quien sea, nos pille confesados.

¿Podía esperarse mucho del cartel de ayer -Ferrera, Morenito y Fandiño- y de muchísimos carteles de la Feria? Pues no; mucho no podía esperarse. No se le pueden pedir peras al olmo, aunque sí se le puede exigir al toro su condición íntegra de toro de lidia. Pero es lo que hay y, además ésta es la Feria de las oportunidades. Ferrera ya las ha tenido todas y por mí que siga teniéndolas; Fandiño ha tenido muy pocas y ayer hizo lo mejor de la tarde; y Morenito de Aranda, mitad y mitad.

A mí me parece bien que todo el mundo tenga oportunidades para ocupar el sitio que cree merecer. Aunque, como escribió Umbral «quien a cierta edad no ha alcanzado su sitio es porque no tiene sitio». Lo que no me parece bien es la especulación y el cambalache. Y en eso las corridas de toros no son lo peor de este país ladrón y beato.

Este país no tiene siquiera la grandeza de la picaresca que inventó como la más grande novelería. Que Ferrera esté dos tardes en San Isidro puede parecer cosa de milagrería o de trileros ilusionistas. Pero siempre pueden esperarse de él los jeribeques de sus banderillas llenos de poder y de imaginación; acabará destronando a El Fandi de su trono banderillero y, además, Ferrera torea mejor. Basta con que le salga el toro recio y encastado, cosa que brilla por su ausencia en esta Feria.

De Iván Fandiño no sé qué puede esperarse, aunque digo y afirmo que ayer estuvo muy valiente y, en algunos momentos, torero. Confirmar alternativa con casi 30 años no es un buen síntoma, por mucho que yo celebre dos tandas de redondos templados y largos. En el que cerraba plaza, que lo hirió en una mano, pudo haber ocurrido un estropicio.

El toro lo volteó y, cuando lo tenía a su merced, se paró, lo miró bobaliconamente y se quedó tan ancho; Fandiño, paralizado, sin capacidad de reacción, parecía dormido delante de un animal perplejo y ausente que había demostrado muy malas intenciones.

En el caso de Fandiño, maduro ya para estas lides del toro, no podemos decir tiempo al tiempo como podría decirse de Morenito de Aranda, que tiene sólo 24 y ya sabe lo que es tocar pelo en Las Ventas. Esa experiencia orejera no basta; ayer no tocó nada ni demostró nada. El manso y flojo tercero le ponía los pitones en el corbatín y él se empeñaba en citar, monocorde, con la muleta baja. El quinto era carne de matadero. Pero aun así se puede matar un poco mejor.

De los toreros, pues, acaso no pudiera esperarse más y la cuestión ya no tiene arreglo. Lo que a mí sí me parece que tiene arreglo o debiera tenerlo, como exigencia primera de regeneración de la Fiesta, es la cosa de las ganaderías podridas por la peste de los juampedros, encastes afines e injertados y otras fechorías colaterales. Si en los campos de España es esto todo lo que hay, apaga y vámonos y el último que cierre la luz.

Echamos la culpa a nacionalismos perversos y a europeísmos envidiosos de nuestras grandezas del peligro que acecha a la corrida. Vale. Pero el verdadero mal está dentro: la degradación del toro de lidia. De momento, en la que dice ser y llamarse la primera plaza del mundo, sigue el desfile de saldos ganaderos. A lo mejor cuando empiecen a llegar las figuras sale el toro de verdad; eso sí que sería milagro verdadero y, si eso ocurre, yo prometo peregrinar a Fátima. Por el momento, prefiero apuntarme a las novilladas.


ABC

Por Zavala de la Serna. Mansada de Pereda

Si al último toro de la tarde, el último de la corrida de José Luis Pereda, usted lo hierra con la A con asas y en jarras de Miura, traga hasta el apuntador. Por altura, largura, pelaje, encornadura acapachada y basta y juego. Una prenda orientada. Seiscientos treinta y cinco kilos de mala leche embotellada en capa burraca. ¿Torrestrella más que Núñez? Miura. Se cuela en una miurada y no lo distingue, de no ser por el hierro, ni la madre que lo parió. ¿Quién diría Pereda? ¡Mentira! ¿Cómo se digiere la realidad? Ni la muerte de Antonio Vega creo. «Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados, se divisan infinitos campos. Donde se creó la primera luz, donde germinó la semilla del cielo azul, volveré a ese lugar donde nací».

Allí casi se va Iván Fandiño tras el poeta que versaba la anatomía de una ola. La voltereta, ya presentida por el izquierdo, fue durísima. (El ruedo de Las Ventas está como el patio de mi colegio, como el sitio de mi recreo; si lo prueba Nadal no juega: saltan terrones). Fandiño, que confirmaba, dio la cara con cojones. Un vizcaíno que confirmó con «Catalán». ¿Adelanto de la Final de la Copa del Rey entre el único equipo de la Liga que alinea 11 españoles y el Barcelona messiánico? Si Fandiño le sacó por el derecho, acinturado, con su gusto, lo que tenía el cabezón y bizco «Catalán» —que era poco, para no desentonar de la fama catalana y no ofrecer de más, dos series y ya—, apostó fuerte con el miura de Pereda que cerraba la mansada. De un pitonazo le abrió la mano diestra antes del volteretón. Estupenda imagen, nada nuevo para los que le llevamos siguiendo la pista cinco años de alternativa por el Norte, que son los que el vasco empresario de Madrid, Choperita, ha necesitado para hacerle confirmar. La plaza le agradeció la entrega y su estar. Para verlo más.

Pocas veces se habrá contemplado a un Morenito de Aranda tan tranquilo, pausado, planteando todo por su sitio, y sin material para el lucimiento. Pero en estos momentos es cuando se ve a los toreros. Nadie lo esperaba en corte tan artístico como el suyo. Quiso lidiar en orden moviendo los caballos pronto en orientación de las querencias del mamut quinto, un trolebús. ¿Por qué se pasan la vida los piqueros tapando la salida a los toros y cuando hay que taparla de verdad no lo hacen? El puyazo en firme fue finalmente en toriles. Una media verónica muy a la cadera quedó aleteando por la plaza en el saludo. De uno en uno, sobre la mano izquierda, a su altura, que era la de un cabestro de Florito, extrajo tres series como tres pozos de ambición, muy cruzado para provocar; por el lado contrario la respuesta se resumió en cabezazos de buey de 626 kilos, fuera de tipo. Se atascó con la espada. Probablemente hubiera saludado otra ovación, porque aquí no da una vuelta al ruedo ni Dios, perdida y olvidada costumbre. Sin embargo mató por derecho al mirón, castaño y largo tercero. Otra vara en la querencia. Embistió sin entrega, ritmo ni empleo, y el moreno agitanado de Aranda anduvo respirando muy suelto. Una trincherilla para anotar.

De Ferrera casi mejor no decir nada. Ni siquiera con los palos. No está. Y menos con la espada. Su lote tampoco valió un real. Uno a su aire manso y otro inválido podrido, muerto de bajonazo breve. Al menos no se eternizó con el acero como en el anterior. Ángel caído.


El País

Por Antonio Lorca. Una divertida desvergüenza

La lidia del cuarto de la tarde, de principio a fin, fue una desvergüenza; pero una desvergüenza divertida. Hay situaciones tan deplorables que sólo admiten la vertiente humorística. Unos se desgañitan y se acuerdan del árbol genealógico del presidente, del ganadero y del empresario, mientras otros se lo pasan en grande. Lo curioso es lo pronto que se olvida la afrenta y renace la esperanza. Para que luego hablen de la violencia de esta fiesta…

Miren lo que pasó: ese cuarto supuesto toro era un novillo impresentable con cara de gatito, paupérrimo de cara y esmirriado de pitón, por decir algo, a rabo. Comienzan las protestas. Se desploma en el caballo y queda patente su insufrible invalidez. La queja se convierte en clamor. Pero el presidente, que es quien lo había aprobado, decide no devolverlo. Imaginen el guirigay. Pero aún quedaba lo mejor: contra toda lógica, pero en su derecho, su matador, Antonio Ferrera, toma los palos con intención de banderillearlo, asunto que gran parte del público se lo recrimina con razón, mientras el resto se lo toma a choteo. Ferrera se olvida del mundo y llama al novillote, que acude presto, y, en el momento del embroque, ¡cataplás! y se derrumba a todo lo largo. La bronca ya es inenarrable. Lo cuida en el segundo par, y en el tercero, al quiebro junto a las tablas, se lleva la sorpresa Ferrera. Tras clavar y a la vista de que el animalito era más que debilucho, intenta lucirse andándole hacia atrás; pero el gatito tenía cuatro patas, sacó fuerzas de flaqueza y puso en apuros al torero. Tanto, que Ferrera tuvo que darse la vuelta y poner pies en polvorosa. Vamos, que no lo enganchó porque dos picadores le hicieron el quite. Que no se puede uno fiar ni de los gatos…

Ferrera cogió la muleta y el animal volvió a rodar por la arena en dos o tres esbozos de pases inconclusos, mientras se gritaba aquello de “fuera del palco”, dirigido al presidente. Una estocada baja y se acabó el presente desaguisado.

Vergonzoso, sin duda; divertido, quizá. Triste, también, muy triste…

Pero la corrida no acabó ahí, ni mucho menos. La corrida de José Luis Pereda fue una mansada integral, como pocas pueden verse en una larga temporada. Para empezar, una presentación impropia de plaza de primera categoría: desde el becerrote cuarto hasta los dos bueyes últimos, y otros tres toros que carecían del mínimo trapío exigible. Pero mansos hasta la extenuación. Costó un mundo llevar el quinto al caballo, un zambombo que en cuanto notó la puya pegó un salto y huyó despavorido de hombres y capotes; el sexto llegó a entrar hasta cuatro veces, y en las cuatro salía pitando; y así, en mayor o menor medida, ocurrió con los demás. Todos embistieron con la cara por las nubes, sin clase y sin fijeza. Un regalo de corrida.

El otro problema es que los toreros actuales no están preparados para lidiar estos toros. No es culpa de ellos, no; la fiesta actual consiste en dar pases al toro tonto y no prevé la lidia del que plantea dificultades. Los toreros de hoy saben dar pases, con más o menos ciencia, pero no lidiar.

Iván Fandiño, un torero de Orduña que confirmaba la alternativa, fue el único de la terna que se las vio con un primer toro que le permitió confianza y al que le dio un par de tandas de muletazos con la mano derecha hilvanados, ligados y hondos. Tiene sabor este torero, y parecía que… Pero qué va. No se rompió, no le pudo el arrebato y su buen hacer se diluyó. Pasó las de Caín con el muy dificultoso sexto, que llegó a propinarle una fea voltereta que, felizmente, sólo le produjo una herida leve en la mano derecha. Morenito de Aranda esbozó el toreo a la verónica en su primero, al que dio muchos pases y ninguno bueno, y allí anduvo, con más voluntad que acierto, con el soso quinto. Y Ferrera banderilleó a su primero a toro pasado, aunque el gran público aplaudió a rabiar. Ferrera no se asomó al balcón, sino al lomo del toro, y eso es una engañifa. El animal llegó muy agotado al tercio final, y el torero le dio pases anodinos y lo mató con tanta desgana que llegó a pinchar hasta seis veces.

Todo, como verán, muy divertido, y, sobre todo, triste, muy triste…

Madrid Temporada 2009

madrid_120509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)