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Plaza de Toros de Las Ventas

Miércoles, 29 de mayo de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín. De vareada presentación, encastados con transmisión a excepción del tercero - (noble y humillador el primero, con calidad y poco fondo el segundo, inválido el tercero, encastado el cuarto, repetidor el quinto y encastado y con transmisión el sexto)

Diestros:

Octavio Chacón: de teja y oro (silencio y silencio tras aviso)

Daniel Luque: de tabaco y oro (ovación con saludos tras aviso y silencio tras aviso)

Emilio de Justo: de catafalco y oro (silencio tras aviso y oreja)

Entrada: casi lleno en tarde primaveral - (22.014 espectadores).

Incidencias: Morenito de Arles” y José Manuel Pérez, saludaron tras parear al sexto.

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-29-de-mayo-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1133836778723512321

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Oreja a la firmeza de Emilio de Justo, ante una buena victorinada

El extremeño cortó una oreja del encastado “Director”, en una meritoria actuación. Daniel Luque saludó una ovación, y Octavio Chacón se marchó de vacío en una tarde a plaza llena.

Diversidad de opiniones y diversidad de encastes, y todo en el centenario de Albaserrada en Madrid. Al reclamo de los cien años de la presentación de la ganadería del Marqués de Albaserrada en la capital, arribó por San Isidro una variada corrida de Victorino Martín. Astifina de presentación, muchos fueron los aficionados que protestaron las hechuras de algunos ejemplares. “Corrida de plaza de segunda”, “toros terciados”, decían. El prominente hocico de rata siguió siempre presente. Cuestión de peso o no, lo que es cierto es que el encierro de la A coronada, sirvió y mucho. Sobre todo a Emilio de Justo que in extremis y en el último toro de la tarde, cortó una oreja de Ley. De las de verdad, de las de Madrid.

Pisó terrenos muy comprometidos, se jugó la cornada sin titubeos, y tragó quina para dar rienda suelta a la pasión desatada que destila el extremeño. Interesante se tildó una faena ante el encastado “Director”, con De Justo haciéndolo todo a favor del toro en una labor de duración, dándole distancia y aprovechando las embestidas del notable Victorino. Tuvo mejor son por el pitón derecho, y el extremeño aguantó parones por doquier. La firmeza y la seguridad, fue rubricada con una espada donde los más ortodoxos afearon su colocación. Estando en lo cierto, Emilio de Justo brilló alto. Máxime teniendo en cuenta, que en su primero pasó en blanco. Inválido y sin posibilidades, la desnuda invalidez del astado imposibilitó una faena anodina. Se resarció y de qué manera con el sexto. Oreja de sabor. Para seguir creyendo en la recuperación de un torero necesario para la fiesta. Le queda una fecha en San Isidro. El próximo 9 de junio está anunciado con la corrida de Baltasar Ibán. La apuesta es fuerte. Su firmeza con la de Victorino, también lo fue.

Decíamos que De Justo, salvó una tarde lastrada por la ineficacia de una terna experimentada en los toros de Victorino, y que en todo caso pareció que la suerte les era esquiva. El caso de Daniel Luque, en su única tarde en San Isidro es otro galimatías de un torero que va perdiendo fuerza, quedando lastrado en plazas de menor repercusión. Mucha razón tiene sus dos actuaciones, con el denominador común de la abundancia de muletazos desalentadores. Y eso que hubo momentos lucidos con el segundo, un Victorino que se le pegó en el caballo; y que si bien no fue una faena de emoción tuvo un par de tandas al natural con parsimonia y largura. La estocada baja malogró una faena que conectó con los tendidos, aunque eso no fue óbice para que saludara una ovación desde el tercio. Fue silenciado con el quinto, en otra faena que no careció de medida. Llovieron las protestas desde los tendidos. No gustó el concepto del sevillano, que para colmo no estuvo acertado con la espada.

Otro de los triunfadores del pasado curso en Las Ventas fue Octavio Chacón, que este año ha estado anunciado hasta cuatro tardes en Las Ventas. Ya ha quemado tres cartuchos, y no ha dicho absolutamente nada. En su segunda corrida de Victorino de la temporada en Las Ventas (la primera fue el Domingo de Ramos), no logró atemperar a los dos toros de su lote. Y es que acostumbrado a duras batallas, el primero pareció no entenderlo; toda vez que el toro le planteó una muleta a media altura y Chacón decidió plantear una faena por bajo.El toro le puso en apuros en algunos compases y el gaditano no lo vio claro. El cuarto, fue otroVictorino que se empleó en el caballo, y que en la muleta tuvo poco fondo. Tan sólo tres tandas. Suficientes, para que Chacón no lograra entenderlo, máxime con el toro reponiendo en sus embestidas. Lo mejor la estocada en dos tiempos. Cayó sin puntilla. Ovación al toro.Y silencio a dos bandas para el gaditano, que va perdiendo fuelle con tres tardes en blanco.

El País

Por Antonio Lorca. Inteligente Emilio de Justo

Lo mejor llegó al final de la mano de Emilio de Justo, que parece dispuesto a sorprender cada día por su inteligencia, su conocimiento, gallardía, arrestos y expresión de torero de una pieza.

La tarde se escapaba de las manos cuando el extremeño dibujó tres verónicas y tres medias sencillamente excelsas, que valieron por todo el festejo. Ese toro sexto se dejó simplemente en el caballo y sin ofrecer un gran juego en banderillas fue la ocasión propicia para que Morenito de Arles colocara dos estupendos pares, excepcional el segundo, le acompañara en buen tono su compañero Pérez Valcarce y Ángel Pérez se luciera con el capote momentos antes, además, de que sufriera una espectacular voltereta de la que salió milagrosamente ileso.

Brindó De Justo al respetable y volvió a la plaza el runrún de los momentos especiales. Y así fue. El torero se plantó en los medios y citó de largo con la muleta en la mano izquierda. Y ahí comenzó un recital de firmeza, seguridad y buen toreo con los tendidos entusiasmados. Algunos naturales fueron extraordinarios, henchidos de mando, ante un toro que embestía de manera desigual. Hubo dos tandas más por la derecha —grande, grande la segunda— y unos naturales finales de frente con la plaza volcada, ante la capacidad de un torero en quien están puestas todas las esperanzas.

La estocada final cayó muy baja y se le concedió la oreja por aclamación popular. Ya se sabe que antaño el premio hubiera sido una clamorosa vuelta al ruedo, porque la faena, además, no fue completa de principio a fin, pero sí plena de tensión por el compromiso y la capacidad del torero.

Eso fue lo mejor —poco para lo que se esperaba— el día de la celebración del centenario del encaste de Albaserrada. Cuanta más expectación crea una corrida más son las posibilidades de que el público se sienta decepcionado. Victorino es una marca de prestigio y de sus toros se espera siempre matrícula de honor. Pero los toros, como todo hijo de vecino, no siempre responden a las expectativas de sus criadores.

Los de esta tarde, ciertamente, no aprobaron el exigente examen de encastada nobleza que se les supone a las reses de este afamado hierro; unas, por alimaña, como el primero; otras, por noble sosería, y casi todas por el juego desigual —azul oscuro casi negro— que a nadie satisface y, en primer lugar, a los toreros. Toros que embisten sin gracia, ahora, sí, ahora, no; humillado y con la cara alta a partes iguales, de corto recorrido casi siempre, si bien superaron la prueba el cuarto por su nobleza y el sexto por su casta.

No estuvo bien Octavio Chacón, pero mejor de lo que el público quiso ver. Fue aplaudido el toro primero en el arrastre, una auténtica alimaña, y se silenció la labor del torero, que tragó quina, aguantó miradas indeseables y pasó un mal rato. ¿Era ese toro merecedor de ovación? No, de ninguna manera; ni el torero de la displicencia con la que se le trató. No estuvo fino, es verdad, ante el noble cuarto, muy castigado en varas y que mereció mejor trato en la muleta. Chacón alargó mucho la faena y no encontró el camino que buscaba, quizá por una permanente sosería de su oponente que impidió el lucimiento.

Y aseado se le vio a Daniel Luque, con las ideas más claras que en actuaciones precedentes. Muy dispuesto ante su descastado primero y cumplidor ante el parado quinto.

Conclusión: no es fácil enjuiciar con acierto a los toros de Victorino, variados y desiguales en casi todo, a pesar de que muchos espectadores se consideren más “toreros” que los de luces. Ya se sabe lo bien que se ven los toros desde la barrera. Y no digamos desde el tendido.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La verdad de Emilio de Justo y 'Director' salva a Victorino

Milhijos traía en la barriga la memoria de Barrenero, el toro de la presentación de Marqués de Albaserrada en la vieja plaza de Madrid. Un hijo de Satán. Éste y aquél pero con 100 años exactos de diferencia. Pues eso celebramos, el centenario de Albaserrada. Gaona oyó entonces los tres avisos sin meterse en harinas amargas y se regresó a México; Octavio Chacón, sin embargo, cumplió con el trago de beberse el ricino del victorino. Un sudor frío le caía por la frente en cada cite. Desde que sintió el puntero láser de su mirada en el pecho. Por esa zona medía el tiro Milhijos. Que no descolgó nunca de su huesuda y elevada altura de agujas. Lo protestaron de salida porque no era de Escolar. Y lo aplaudieron en el arrastre porque se había parecido a lo de Escolar: en su pitón izquierdo colgaba el anuncio de una carnicería. Chacón sufrió, siempre en el filo de la navaja. Su capacidad al límite. Como su corazón. Cuando el depredador gazapeaba y merodeaba la pieza. La estocada baja fue un alivio.

En las antípodas, saltó al ruedo un toro bajo y recortado de la A coronada. Otro pulso, cierta nobleza, un comportamiento fijo en el caballo, la humillación. Esa cosa tan de la casa. Daniel Luque sintió las posibilidades en quite a la verónica, el recuerdo templado de la gran esperanza blanca que siempre fue. Y de tal modo en la muleta se entendió por el derecho. El modo, perdón, consistía en la espera y la templanza, cegar todos los huecos. Un par de series desprendieron su aquel. Por esa mano, que era la mano buena del cárdeno. A la embestida le faltó continuidad y a la faena por tanto también. La suplió Luque con extensión. Un aviso, una estocada, una ovación.

Con la salida del tercero, la A y su corona dibujadas en el ruedo a cal empezaron a borrarse. Como las escrituras de promesas de amor en la orilla cuando sube la marea. Madrid volvió a silbar la presencia. Sólo que esta vez no hubo ni maldad ni poder para remontar. El toro degolladito y estrecho se afligía de los cuartos traseros. Y todo lo hacía sobre las manos. Apoyado en ellas, a saltos de impotencia. Para impotencia, la de Emilio de Justo. Que brindó al Rey por puro protocolo. Se estrelló contra el aire defensivo del victorino y el viento: de manera racheada molestó lo suyo. De Justo volvió encontrarse su espada roma.

Bolsiquero se antojaba el más victorino de todos los victorinos vistos. Por fuera y por dentro. Enseñaba las palas y su fondo dúctil. A Victorino las alimañas le dieron la popularidad, y la calidad, el prestigio. Cumplió en todos los tercios con el hocico en la arena, abajo en el peto también. Octavio Chacón pidió a su cuadrilla que se lo cerraran en el “5”, a refugio de Eolo. Es verdad que el victorino gateaba suavemente. Como también es cierto que sin terminar nunca de dar el último paso del último tranco. Chacón se espesó queriendo ligar. Los derechazos se amontonaban sin comunicar. Tan cerrado en tablas. El toro decreció en su recorrido por la izquierda. Y se volvía antes de hora. Como dormido. Y en cada natural había que rectificar. Aunque Chacón se lo sacó fuera de las rayas, el asunto no despegó. Ni por la mano más boyante de nuevo. La espesura nubló el esfuerzo del torero. Que vio como la plaza se decantó por el noble y pacífico espíritu del victorino.

La bravura esperada, la tensión de la casta -no confundir con el genio como 24 horas antes-, no apareció tampoco con el quinto de absoluta planicie. Una media verónica destelló como un fulgor. Daniel Luque se abrochó con ella. Después ni toro ni torero alcanzaron acuerdo alguno. La mediocridad siempre fue el peor enemigo de Victorino.

Como una luz de esperanza, Emilio de Justo despertó verónicas hermosas con el último cartucho. Que tomó los vuelos con ritmo y una humillación subterránea. Empaque irradió De Justo. Y una pureza absoluta: Director aunaba toda la raza de la A coronada, y Emilio se fue a los medios y le ofreció su zurda y los muslos. Al toro y al viento. Tan enfrontilado. Su toreo desprendió toda la expresión ausente de la tarde huérfana; toda la vibración y toda la verdad. En cada embroque, la embestida pasaba horadando la tierra al milímetro, a un suspiro de los naturales que bramaban. EJ hundía su monumentalidad también en desmayados redondos de tensión inaudita: el victorino viajaba en los flecos de la muleta con una electricidad asustante. La repetición de cada trance secaba los oles. Más largos que le embestidas sulfúricas. Cuando el extremeño vació el último pase de pecho a la hombrera contraria, después del penúltimo miedo a pies juntos, los tendidos enronquecieron. Como una liberación. La estocada desprendida de impoluta ejecución no demeritó aquella obra verdadera. Una oreja con sabor de ley. En el ruedo la A Coronada volvió a resplandecer: Emilio de Justo y Director habían salvado a Victorino.

ABC

Por Andrés Amorós. Esperando a «Barrenero» en Las Ventas

Gran ambiente, ilusión por ver los toros de Victorino. Después de los dos primeros, la tarde va declinando, con faenas prolongadas sin necesidad, como ahora es habitual, reses que flaquean y estocadas caídas. Felizmente, todo remonta en el último (parece el signo de esta Feria): un gran toro y una emocionante faena de Emilio de Justo, que pudo ser de dos orejas, por la vibración de la gente, y se quedó en una, al caer la espada algo baja. Pero eso ha servido para que la gente salga de la Plaza, una vez más, con la sonrisa en los labios y comentando lo que ha visto. Asiste Don Juan Carlos, al que los tres espadas brindan su primer toro.

Coincide la corrida de Victorino con el centenario de la presentación, en Madrid, de los toros del marqués de Albaserrada. (Los seis, por cierto, «procedentes de la ganadería de su hermano, Santa Coloma»). Recibió una cornada Cocherito de Bilbao y provocó un escándalo Gaona, al que le tocó el quinto, «Barrenero», un toro excepcional. Lo cuenta así don Gregorio Corrochano, en ABC: «Yo nunca vi un toro igual. Grande, serio, poderoso, feroz en la acometida, duro al castigo… costaba trabajo desprenderle de los caballos. “Ya salió un toro de verdad”, gritaba el público, que presenció la pelea puesto en pie».

Lo que maravilló fue su comportamiento en varas: «En la primera, metió entre barreras a un caballo con su correspondiente caballero… Cuando lo sacaban, esperaba en el tercio, quieto, valiente, fiero, en espera del nuevo enemigo. Y, así, siete veces, destrozándose con el peso de los caballos, que siempre suspendió en las astas y arrojó sobre el lomo. Un ejemplar de toro duro al castigo como no vi otro igual». Y, a la vez, bravo y noble, «del que se hubiera burlado un niño con un pañuelo». El público pedía que no lo mataran; por miedo, Gaona se negó a matarlo. Al final, se le apuntilló: «Con las mulas al paso y toda la plaza aplaudiendo, se le dió dos vueltas al ruedo».

Como dice Jorge Manrique, «vengamos a lo de ayer». El cartel reúne a las dos revelaciones del año pasado, Octavio Chacón y Emilio de Justo, con un diestro, Daniel Luque, que intenta volver a la primera línea. ¿Veremos un nuevo «Barrenero»?

Octavio Chacón lidia bien al primero, que se arranca tres veces de lejos al caballo. Intenta someterlo, bajando la mano; por la izquierda, vuelve como un rayo. El diestro acaba trompicado. Resume mi vecino: «Por la derecha, listo; por la izquierda, imposible». Con oficio, le busca las vueltas. Mata desprendido. El cuarto es pegajoso pero humilla. Corre bien la mano Octavio, el trasteo tiene emoción porque el toro repite pero no le deja quedarse quieto ni estar a gusto. Saca algunos naturales con mérito pero ha prolongado la faena sin mucho fruto. Se repite la historia: estocada efectiva, de rápido efecto, mientras suena el aviso.

El segundo sale con muchos pies, empuja en el caballo. Molesto por el viento, Luque intenta lances suaves. El toro es menos agresivo, le permite algunos muletazos templados, con garbo y buen estilo. Mata con decisión pero la espada queda desprendida; suena un aviso, porque la faena ha sido larga. El quinto sale frenándose, echando las manos por delante; se deja pegar, en varas, flaquea un poco. Al comienzo de la faena, dos fuertes arreones sorprenden al diestro. Pasa la muleta a la izquierda y logra mejores resultados pero le afean la colocación y se produce la división, tan habitual en esta Plaza. Algunos muletazos son aceptables pero también surgen enganchones. En conjunto, la faena ha quedado a medias y mata mal. Después de un pinchazo hondo, descabella tres veces y todo queda en nada. Es un diestro claramente recuperable, sus condiciones son innegables pero, con su experiencia, debe saber que la afición madrileña, en su parte más exigente, exige torear de otra forma, colocándose más de frente y adelantando la muleta.

La afición espera con ilusión a Emilio de Justo, triunfador, en esta Plaza. El tercero, el más chico, levanta algunas protestas. Además, embiste rebrincado porque flaquea de atrás, y el malestar aumenta. En la muleta, la flojera del toro impide cualquier brillo. No hay nada que hacer. Mata Emilio de Justo sin confiarse, a la tercera. La emoción de la tarde inicia un declive, la gente empieza a charlar de sus cosas. El último Victorino sale embistiendo con temple, le permite dibujar buenas y lentas verónicas. Miden el castigo del toro, que gazapea. Banderillea bien Morenito de Arles y se libra de un percance Ángel Gómez, al perder pie. Sin probaturas, Emilio de Justo logra naturales hondos, clásicos, que levantan el mayor clamor de la tarde. Se cruza al pitón contrario en lentos y templados derechazos, con un toro que humilla muchísimo. Acaba con naturales de frente, rematados con impávidos de pecho. Entra a matar con decisión pero la estocada no queda arriba. A pesar de eso, la gente exige la oreja, que se concede, y se ovaciona con fuerza a «Director»: no ha sido un «Barrenero» pero sí, un gran toro. Un final feliz, para una tarde que se había venido un poco abajo, con faenas demasiado prolongadas y estocadas que no quedan arriba.

Vuelvo al final de la crónica de Corrochano, en ABC: «No sé si dar la enhorabuena al marqués de Albaserrada… Si da Ud. dos corridas así, ganará el primer cartel de ganadero. Pero, ¿encontrará Ud. toreros para sus toros? Según estén las cosas, temo que no. Media sangre, poco poder, mansurrones, éste es el patrón del que quiera ser ganadero predilecto de los toreros». (Podría escribirse hoy mismo). Lo mismo debieron decirle a Victorino padre y logró derrotar la profecía…

La Razón

Por Patricia Navarro. De Justo apuesta con un emocionante “Director”

El Rey forma parte de la Fiesta, caballero leal y defensor de la Tauromaquia en plenitud, sin remilgos y por afición verdadera más allá de las obligaciones institucionales. Ayer volvía a Madrid después de conocerse la noticia de su retirada de la vida pública, que lo hará además en otro festejo taurino, en la reinauguración de la plaza de Aranjuez este domingo. Adiós a toda una vida pública. Ayer se dejó ver por Las Ventas. Para Juan Carlos fue la primera ovación de la tarde, y sonora, ahí iba la música callada de agradecimiento por el apoyo a la Fiesta, aun en tiempos difíciles. La de Victorino Martín le llevó de nuevo a la Monumental. Y de sobresalto en sobresalto pasamos la primera faena. La de Chacón, Octavio, con aquel toro que fue cuatro veces al caballo, no tanto con un canto a emplearse, pero sí a aguantar el castigo y repetir. Fue toro de no dejarte oxígeno después. Un duelo de titanes, se lo tragaba con trabajo, orientado, buscando al mínimo descuido, en el umbral de la duda, meterse por dentro con las ideas claras. Octavio alargó quizá demasiado para el apuro que pasó: el toro estaba siempre con él, y no de buenas. Al centro llegó con la muerte a cuestas para dejarse ir justo allí. El cuarto se entregó por abajo, repetidor, con ese punto de quedarse corto o meterse por dentro. El encaste, vamos. Pero descolgaba la embestida una barbaridad. Se fue largo Chacón y la faena, a pesar de querer, quedó inconclusa.

Como estaba la tarde, con una corrida que no lograba alzar el vuelo: en su nombre descarga la responsabilidad de la casa, Victorino, y un suma de faenas, punto largas y de finales de pocos honores con la espada.

Todo cambió con «Director». Todo cambió con ese sexto que saltó al ruedo y le dejó a Emilio de Justo abrirse con la capa con una suavidad tremenda, el ritmo que tenía el toro que arrastraba el hocico sobre la arena, le permitió al torero arrebujarse incluso en la media. Brilló su cuadrilla, con el susto de Ángel Gómez, que salió ileso. Y Emilio de Justo se fue al toro con la idea clara de pronto y en la mano o que fuera lo que dios quisiera. Sin probar, el desafío vino al natural y tan pronto como él la cadencia que hizo estallar Madrid. El toro era un escándalo lo que humillaba, pero no regalaba la embestida, corta y orientada. Marca de la casa. En ese equilibrio inverosímil y de lexatín en vena, Emilio construyó una faena muy emocionante, por verdadera, porque compuso con mucha entrega los muletazos, aunque cada final no dejaba de ser una incertidumbre. Zapatillero el toro, honrado el torero. Apostó de veras. Hasta en los naturales a pies juntos del final. Y la estocada, abajo, como todas, no desenredó el idilio del momento para pasear un trofeo. Fueron buenos cómplices De Justo y «Director». De puntillas había pasado con un tercero sin opciones.

Mucho reposo tuvo lo que hizo Daniel Luque al segundo, que le dieron mucho y mal en varas y se llevó demasiados capotazos hasta llegar al tiempo de descuento con un Caricol preciso y certero con los palos. Ahí ya los dos, Luque y el Victorino a solas, construyó el diestro una faena extensa, pero con momentos cálidos cuando fue capaz de coger el punto al toro que iba y venía, a media altura, y sortear el viento. Cualquier pequeño matiz desmontaba aquello. Y así llegaron las intermitencias, pero no porque Luque volviera la cara. Se dejó hacer el quinto, aunque bajo de transmisión, pero gran parte de la faena se le fue en ir viendo al toro por un pitón y por otro, pero sin definirse. Muy largo todo sin esa sensación aplastante, que llegó después, de apostar sin medir las consecuencias.

Madrid Temporada 2019

madrid_290519.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)